Incluso semanas después de que la vida cotidiana se paró de pronto, se sigue sintiendo una sensación extraña. Precisamente durante los días en los que la primavera europea, con el olor de las flores y el piar de los pájaros, contrasta de manera extraña con la invisible pero omnipresente amenaza que nos rodea.
Hay cosas que no se pueden experimentar directamente a través de nuestros sentidos. Esto es también válido para el cambio climático como para la radiación nuclear, y más aún para una pandemia. Estas cosas solo se pueden transmitir a través de la comunicación. Esto ya lo sabía el sociólogo Niklas Luhmann.
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Nuestros conocimientos sobre el coronavirus también los extraemos de los medios de comunicación. Cuando nuestras vidas cambian por completo de un día para otro, millones de personas se quedan sin empleo, cientos de miles se enferman y miles mueren, todo ocurre fuera de nuestro radio de experiencia, a menos que nosotros mismos o parientes cercanos se vean afectados. En cambio, nos sentamos en nuestras casas, miramos imágenes de calles vacías y personas con mascarillas. La experiencia sensorial se alimenta del pasillo del supermercado.
¿Con que actitud enfrento la amenaza?
Por esta razón, los medios adquieren una relevancia enorme. No solo porque proporcionan información sobre las cifras actuales y las restricciones que imponen nuestros Gobiernos a sus ciudadanos, sino que hay mucho más en juego: se trata de la información que filtramos de los informes y de las conversaciones con amigos y vecinos. Naturalmente, nuestra actitud hacia la pandemia depende de nuestra situación individual. ¿Reaccionamos con miedo, pánico o sin preocupaciones? ¿Estamos deprimidos o tenemos la esperanza de poder lidiar con la situación? O, para reformular a René Descartes: ¡leo noticias sobre el coronavirus, luego existo!
Por lo tanto, no es sorprendente que el consumo de medios esté aumentando drásticamente. Los medios de comunicación y Deutsche Welle logran un récord de visitantes de sus ofertas en línea. Incluso la televisión lineal está experimentando un renacimiento. Pero ¿podemos estar siempre seguros de que no hemos caído en la desinformación?
Noticias falsas, o bulos, como el que comer ajo protege contra la infección, se propagan millones de veces a través de las redes sociales y los servicios de mensajería. Es una especie de reproducción viral de tonterías peligrosas que, en el peor de los casos, puede costar vidas humanas. Facebook y otras plataformas están tratando, como nunca lo habían hecho anteriormente, de borrarlos, pero los encargados de verificar esos mensajes no pueden dominar la gran masa de noticias falsas.
El renacimiento de los medios informativos tradicionales
En esta situación, muchas personas recurren a los proveedores de medios de comunicación tradicionales. Un estudio publicado recientemente por Reuters, donde se entrevistó a personas en Argentina, Alemania, Corea del Sur, España, Reino Unido y Estados Unidos, concluye que los grupos mediáticos tienen una credibilidad significativamente mayor que las redes sociales. Al mismo tiempo, las personas con bajo nivel educacional utilizan mucho menos dichas ofertas informativas y confían más en las redes sociales y la mensajería. Según el estudio, la gente en general confía, sobre todo, en expertos y representantes de las autoridades sanitarias, incluso más que en los medios tradicionales. ¿Pero cómo se comunican con la población? Pues precisamente a través de los medios de comunicación.
A partir de estas conclusiones, los periodistas tenemos una gran responsabilidad. Necesitamos filtrar la información relevante y verdadera para usarla en nuestras noticias. Tenemos que separar la paja y el trigo de la información, a veces contradictoria, proporcionada por virólogos, economistas y autoproclamados expertos. Y finalmente, tenemos que organizar todo esto de una manera comprensible y atractiva. Este es el trabajo cotidiano, incluso en tiempos sin crisis. Sin embargo, desde el brote de coronavirus se debe procesar una sobreoferta de información con poco personal, incluso si los colegas no se sientan juntos en sus redacciones, sino en sus casas. Además, muchos entes informativos tienen problemas económicos, porque por la crisis, no tienen ingresos publicitarios, y muchos artículos y videos sobre el coronavirus están sin embargo disponibles de forma gratuita.
De esta manera, nos encontramos ante una situación en la que la oferta gratuita de medios informativos es, por un lado, más importante que nunca, incluso en los Estados democráticos, donde muchas empresas de medios tradicionales están luchando por sobrevivir. Sin embargo, todos podemos hacer algo, pagando por hacer uso de los medios de comunicación. La mayoría de ellos son de calidad y se merecen el precio. (rmr/few)
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