Con Bin Laden, ni a la esquina

Más categórico no podría haber sido el rechazo de Europa a la tregua supuestamente ofrecida por Osama Bin Laden al viejo continente, en una grabación enviada a la televisión árabe. La reacción fue inmediata y unívoca: no se puede negociar con terroristas. Así lo expresó, en Berlín, un portavoz del gobierno alemán, puntualizando que "la comunidad de las naciones debe proseguir, unida, la lucha contra el terrorismo internacional".

"Estrategia cínica"

Indignado se mostró, por su parte, el gobierno de Londres, que catalogó la presunta oferta de reconciliación de Bin Laden de "cínica estrategia" para dividir a Europa y Estados Unidos. El portavoz de Downing Street hizo notar, además, que la mayoría de las víctimas de la violencia de Al Qaeda han sido musulmanas, aludiendo a las muertes causadas por diversos atentados en países islámicos. Y remarcó su rechazo, afirmando que "la idea de negociar con un grupo que se define en base a la violencia es absurda". Lo mismo indicaron el ministro de Relaciones Exteriores italiano, Franco Frattini, y el presidente francés, Jacques Chirac, quien subrayó que "el terrorismo es una barbarie que ataca a inocentes, lo que no tiene justificación posible".

Como era de esperarse, el mensaje atribuido a Bin Laden no ha hecho más que inducir a los europeos a cerrar filas, ya sea que se trate de países que no aprobaron la invasión de Irak, como Alemania, o de estrechos aliados de Washington en esa guerra, como Gran Bretaña e Italia. Desde el punto de vista político, no podían hacer otra cosa. Las declaraciones del presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, a quien la noticia sorprendió en Shangai, lo dicen todo: "¿Cómo reaccionar a semejantes afirmaciones? No hay posibilidad alguna de un acuerdo, bajo la amenaza terrorista. Es imposible".

¿Dijo algo Bin Laden?

En suma, ahora resulta más difícil que nunca, para cualquier país, pensar en retirar a sus soldados de Irak. Nadie quiere cargar con el reproche, ni con la más mínima sospecha, de haber cedido a la tentación de pagar ese precio por librarse de ser blanco de masacres terroristas en su propio territorio. Así las cosas, la única actitud sensata en esta disyuntiva es la que ha asumido el gobierno socialista español en vísperas de entrar en funciones: ignorar el mensaje, lisa y llanamente. "No hay que escucharlo ni prestarle atención", fueron las sabias palabras del designado ministro de Relaciones Exteriores de España, Miguel Angel Moratinos.

Sólo así podrá el nuevo gobernante, José Luis Rodríguez Zapatero, seguir adelante con su línea política. Al presentar su programa de gobierno ante el parlamento de Madrid, el líder socialista confirmó indirectamente sus promesas electorales de sacar a los 1.300 españoles de Irak, si las tropas no son puestas al mando de la ONU hasta el mes de julio. "No permitiremos que se ponga en duda nuestro compromiso con la seguridad internacional contra el terrorismo", afirmó Rodríguez Zapatero, puntualizando que España cumplirá sus obligaciones, con una condición: que exista "una decisión previa de las Naciones Unidas u otra organización multilateral, que nos comprometa a hacerlo". Y eso no tiene absolutamente nada que ver con el supuesto mensaje de Bin Laden.