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Sólo tiene tres metros de altura y treinta kilómetros de longitud. Pero el nuevo cerco de alambre de púas a lo largo de la frontera turco-búlgara da cuenta de la situación en la Unión Europea y de sus agitadas regiones vecinas. Con la construcción, el Gobierno de Sofía se propone frenar a los solicitantes de asilo, la mayoría provenientes de Siria, país arrasado por una guerra civil. A quienes consigan sortear el cerco, en Bulgaria lo aguardan centros de acogida con insuficientes instalaciones sanitarias.