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Kerstin Reifenrath descubrió que en unas estructuras de la semilla de la violeta, denominadas elaiosomas, se produce un cóctel de ácidos grasos, aminoácidos y azúcares. Las hormigas y babosas lo ingieren pero no son capaces de digerir las semillas, de modo que éstas tienen grandes probabilidades de germinar a varios metros de distancia.