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Boda de la princesa Victoria de Suecia

18 de junio de 2010

En la boda entre Victoria de Suecia y Daniel Westling podría verse bastante más que una historia de amor televisable; podría simbolizar una reorientación de la casa real sueca.

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Victoria de Suecia, heredera del trono, y Daniel Westling, el futuro príncipe consorteImagen: picture alliance/dpa

El diseñador del vestido de novia, la canción que les dedica Abba, las cuarenta mil flores de muchos colores que dona Colombia para la boda de la heredera de la corona sueca, el vestido de su hermana Madeleine, el supuesto Alzheimer de la reina Silvia, los cuantiosos regalos, el largo de la cola que arrastrará… la prensa alemana está llena de detalles acerca de la inminente boda de la princesa Victoria de Suecia y Daniel Westling, a quien nadie pierde ocasión de denominar “el ex entrenador de la princesa”.

2.300 periodistas se encuentran acreditados en Estocolmo para cubrir el paso por el altar de esta princesa, que después de diez años de controvertida relación con un “plebeyo”, sin dinero, sin apellido, sin lustre, que ha insistido en que –en contra de la igualitaria costumbre sueca- sea su padre quien la entregue al novio.

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Mayo 30 de 2010.Imagen: AP

Una boda de cuento de hadas

El aparato comercial para vender sueños principescos equipara esta unión a la de los príncipes de Gales, en 1996, que fue seguida por millones de telespectadores. Pero “lo que van a ver los esperados 500 millones de televidentes esta vez no es el hechizo de Cenicienta, sino el correoso tirunfo de la voluntad de Victoria, que es lo contrario de Lady Di”, dice el semanario Der Spiegel.

“En aquel momento se trataba de las miradas de Diana; éste será un espectáculo de la solidaridad en tiempos económicos y políticos difíciles. El mundo está al borde del abismo, esta pareja es un ancla. Estos son un exceso de normalidad, una promesa del bienestar burgués que caracteriza a la corona sueca”, afirma el artículo.

Un pretendiente inconveniente

La relación de esta princesa, que no ha colmado titulares como las de otras casas reales europeas; no encontró el beneplácito de su padre, el rey Carl Gustav, hasta hace poco tiempo. Tampoco su afán de que fuera él quien la condujera hasta el altar. Pues cuando a Carl Gustav le tocó el turno, mañana hace exactamente 34 años, de dar el sí a la traductora alemana Silvia Sommerlath la pregunta no se planteó: en un país moderno y progresista el hombre y la mujer van juntos. Victoria, sin embargo, se ha salido con la suya imponiendo este toque más conservador.

¿Cuál es el mensaje?

¿No considera la princesa que el príncipe consorte tiene la suficiente autoridad ante el pueblo sueco para este simbólico paseo por la nave de la Catedral de Estocolmo? Ésta es una de las muchas especulaciones que se encuentran en la prensa. Otras ven en todo un acto dedicado a una población sueca, de la cual un 22 por ciento no ve motivo para seguir manteniendo una casa real con fondos del Estado. A otro 22 por ciento, el trajín de la corte no le interesa. Tanto es así que la gran afluencia de espectadores para el paseo en carroza de los recién casados se ha ha hecho esperar tanto, que la empresa de ferrocarriles sueca ha cancelado los trenes adicionales.

No obstante, según informan agencias, esta boda real que ha costado nueve millones de euros robará muchos espectadores al Mundial, también en Alemania, que no pierde de vista que corre sangre, si bien no azul, sí alemana por esta princesa, que de llegar a ser reina podría redefinir la función de cohesión de las monarquías: en el caso de Suecia, entre clases sociales.

Autora: Mirra Banchón
Editor: Enrique López