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Allymanía en Alemania

29 de octubre de 2002

La alegría y la desolación se mezclan hoy en los hogares de los televidentes alemanes: se inicia la nueva temporada de Ally McBeal que, al mismo tiempo, será la última de esta serie que ha causado furor en el país.

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Calista Flockhart, más conocida como Ally McBeal.Imagen: AP

Mezclando la fantasía con la realidad y dejando de lado el decoro racional, como corresponde a los seguidores de Ally McBeal, los mensajes de pesar o indignación han llovido por cientos al canal de televisión que transmite semana a semana las peripecias de este puñado de abogados. Uno de ellos, dicen, amenaza incluso con demandar judicialmente a los responsables del término de la serie.

Un caso para Cage&Fish

Lo más probable es que la oficina de Cage&Fish aceptara representar al desconsolado televidente alemán. Después de todo, Ally y sus colegas se han especializado en casos curiosos. Los ejemplos sobran, como el de aquel hombre que sólo podía ser feliz -debido a un golpe que alteró su cerebro-, y a quien su hijo quería forzar a operarse -tribunal mediante-, para que recuperara la "cordura".

¿Qué argumentos podrían utilizarse para defender la causa del televidente afligido? Quizá podría alegarse que el éxito obtenido aquí por la serie demuestra que en el organizado y racional mundo germano, donde las relaciones humanas no suelen ser tan espontáneas ni profusas como en el ámbito latino, también existe esa enorme nostalgia de "humanidad" que transmiten los curiosos abogados de Boston. O que, sin Ally McBeal, la televisión alemana carecerá de un personaje que, en pleno turbulento cambio de siglo, nos recuerde que la vida sigue siendo, en el fondo, lo que siempre fue: una aventura emocional.

Los pecados de Ally

Abschied für Ally McBeal
Greg Germann, alias Richard Fish, en el último capítulo de Ally McBeal.Imagen: AP

La contraparte, de seguro, hará notar a su señoría los pecados de la serie, y su efecto nocivo sobre el ciudadano pensante. Las y los feministas criticarán que Ally echa por tierra los logros de décadas de lucha por la emancipación femenina; de seguro no los convencerá mayormente la réplica de que incluso en el último festival de cine femenino celebrado en Colonia, la "Feminale", se exhibieron algunos capítulos aún no mostrados en televisión.

Los intelectuales subrayarán que, para colmo de males, a Ally Mcbeal y sus amigos les importa un comino la realidad, con sus problemas políticos y sociales. Y los puristas denunciarán el enorme despliegue de mercadeo realizado en torno a esta serie, que abarca desde la venta de camisetas y afiches, hasta la celebración de fiestas bajo el signo de la flacuchenta abogada en las principales ciudades de Alemania.

Más que una neurosis afectiva

¡Objeción! Tendría que gritar el abogado del televidente. Lo que hagan los productores, canales de televisión y otros personajes del rubro no afecta al contenido de la serie ni es su responsabilidad. "A lugar", tendría que decidir entonces el juez. Y también debería denegar el argumento de que se trata de una mera caricatura de las neurosis de una mujer profesional en busca de pareja. Porque ese es sólo el sustrato de una larga lista de historias, en que se refleja la hipocresía de la sociedad estadounidense y sus equivalentes.

En su alegato final, el abogado expondría por último que, si un televidente alemán piensa que le ha hecho bien compartir las noches de los martes con Ally McBeal, eso no es menos válido que buscar otras satisfacciones en el mundo virtual. Que es pura ficción, ya lo sabemos. Que es una caricatura de la realidad, también. Pero son justamente las caricaturas las que a veces dan mejor en el blanco. Como se trata de una ficción, hasta podría confiar en que el juez de turno haya visto actuar a sus colegas de la serie, que fueron capaces de fallar incluso en favor de un señor que veía unicornios, porque no le hacía daño a nadie y porque la ilusión no debe ser desterrada de nuestro siglo.