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¡Basta de indulgencia con el islamismo político!

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Shamil Shams
1 de enero de 2017

Un año tras los ataques de Colonia sigo convencido de que islamismo político y Occidente son incompatibles. La inmigración descontrolada altera el equilibrio de una sociedad. La guerra es fundamentalismo versus laicismo.

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Noche Vieja 2016 / 2017 en Berlín.
Noche Vieja 2016 / 2017 en Berlín. Imagen: picture-alliance/dpa/J.Kalaene

En Alemania, como en otros países europeos, aumentará la vigilancia pública porque hemos permitido que el islamismo político penetre la sociedad alemana. Esto, al tiempo que grupos de ultraderecha reciben tanto apoyo en Europa como nunca antes en la posguerra. El secularismo occidental se encuentra en un estado de alta vulnerabilidad porque los gobiernos europeos continúan ignorando la amenaza del Islam político.

"Colonia" no fue un caso aislado

En Friburgo, un joven de 17 años de edad, peticionario de asilo afgano, es acusado de haber violado y asesinado a una estudiante de medicina de 19 años, en octubre pasado. La chica era una de los muchos alemanes que han dado la bienvenida a los refugiados, que los han apoyado y han hecho sentirse como en casa.

Por supuesto, que no hay que meter a todos los refugiados en el mismo saco. Solo que no debemos aceptar su ingreso al país, sin antes haber confirmado su identidad y haber controlado su entorno. Debemos tener cuidado con la ideología política responsable de un aumento sin precedentes del extremismo, la misoginia y el odio contra Occidente que reina en muchos países de mayoría musulmana.

El resentimiento de muchos musulmanes

No sólo algunos refugiados están llenos de resentimiento contra la cultura occidental, también lo están muchos de los musulmanes que viven en Europa, desde hace décadas. Cuando se habla con ellos sobre la guerra en Siria, acusan a Occidente. Cuando se habla con ellos sobre Afganistán, culpan a Estados Unidos.

Desde luego que no se puede negar la parte de la culpa de Occidente en las crisis del Cercano Oriente y otros países musulmanes. Pero la injerencia de Occidente, sobre todo de Estados Unidos, no se limita al mundo árabe. También América Latina y África han sufrido sus ataques capitalistas hegemónicos. Pero la mayoría de los musulmanes se niega a aceptar su parte de responsabilidad en todo el fiasco.

El salafismo no debe echar raíces en Europa

A quien se opone al islamismo político, tanto en Occidente como en nuestros países, es insultado por  otros musulmanes como traidor. Así como son difamados como "agentes de Occidente” quienes responsabilizan del aumento de la intolerancia y el fanatismo al Islam wahabí de Arabia Saudita y a la igualmente represiva República Islámica de Irán.

Cuando nos oponemos a  la "burka" o "burkini" como símbolos de la subyugación femenina y la dominación masculina, la izquierda liberal nos acusa de ir en contra de la "libre decisión” de las mujeres. No podemos ni debemos permitir que el salafismo o ideologías radicales similares echen raíces, ni en Europa ni en cualquier otra parte del mundo. No nos podemos dejar engañar con que el islamismo político cree en la diversidad y el pluralismo. Tenemos que contradecir a quienes abogan por los extremismos, sean islámicos o cristianos, en Europa y el resto del mundo.

La guerra no es entre el Islam y Occidente, sino entre laicismo y fundamentalismo. Por desgracia, el fundamentalismo domina hoy en las sociedades musulmanas. Y las ambiciones globales del islamismo no son un secreto.

Chantaje de extremistas religiosos y políticos

Occidente debe acoger a los refugiados que necesitan urgente ayuda. Al mismo tiempo, debe ser muy vigilante contra el islamismo político, dando impulso a los grupos anti-seculares y oscurantistas en Alemania. El islamismo extremista y el cristianismo fundamentalista son dos caras de la misma moneda.

El filósofo y activista político esloveno Slavoj Zizek habla en su libro "La nueva lucha de clases" de un "doble chantaje" que Europa y Occidente deben repeler: por una parte de los islamistas y, por la otra, de parte de la ultraderecha.

Hay que llamar a las cosas por su nombre. Ya hemos sido demasiado indulgentes con el islamismo político.