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Austria, un poco más verde que azul

Bernd Riegert, desde Viena (ERC/ERS)23 de mayo de 2016

Este 22 de mayo, los austríacos estuvieron a punto de darle la presidencia a la ultraderecha, identificada con el color azul. Un político verde ganó por un margen muy pequeño. Los europeístas tienen poco que celebrar.

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Imagen: picture alliance/AP Photo/H. Punz

Tras un conteo de votos inusualmente emocionante, las autoridades electorales de Austria anunciaron que el nuevo presidente federal de ese país no es el candidato de la ultraderecha, Norbert Hofer, del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), sino el de la izquierda liberal, el profesor Alexander Van der Bellen. Con ello se disipó el temor de mucha gente a que la nación alpina se convirtiera en el primer socio de la Unión Europea en tener a un populista de derecha como jefe de Estado. Por otro lado, los comicios de este 22 de mayo dejaron entrever un alto grado de polarización política y el hecho de que Van der Bellen se haya impuesto con un margen de votos tan pequeño sigue siendo motivo de preocupación para los europeístas.

El FPÖ no se dará por vencido

En Austria, estas elecciones presidenciales se sintieron como un terremoto. Los votantes castigaron a los partidos –los socialdemócratas (SPÖ) y los conservadores (ÖVP)– que integran la coalición de Gobierno. El centro político se desmoronó. Sólo quedaron los candidatos en los extremos del espectro, obligando a muchos a respaldar a aquel que a sus ojos era “el menor de los males”. Van der Bellen recibió muchos votos, pero no por ser verde, sino por ser el único que podía evitar el ascenso de un ultraderechista a la presidencia. Estos comicios también demostraron lo fuerte que se han vuelto los euroescépticos, los islamófobos y los xenófobos en el ámbito nacional-conservador de Austria. Aunque perdió, el FPÖ va a aprovechar el apoyo recibido.

El Partido de la Libertad de Austria va a continuar intentando llegar al poder. El propio Hofer ya había advertido que, de no ser elegido presidente en esta oportunidad, un político del FPÖ deberá ser nombrado canciller, es decir, jefe de Gobierno. En 2018 los austríacos irán a las urnas para designar a los nuevos miembros de su Parlamento. El FPÖ es la tercera fuerza política en el Legislativo y es el partido con mayor índice de popularidad, según encuestas recientes. Eso lo convierte en una instancia capaz de armar coaliciones para alcanzar sus objetivos. Está claro que el nuevo canciller, el socialdemócrata Christian Kern, sentirá la presión. De hecho, algunos expertos prevén la posibilidad de que se terminen efectuando elecciones anticipadas.

Una advertencia para Europa

De momento, las instituciones de la Unión Europea respiran aliviadas. Por ahora, los ataques a su integridad no provendrán de Hofburg, sede de la presidencia federal de Austria. De hecho, Van der Bellen quiere más Europa y no menos; el político verde, hijo de inmigrantes, está a favor de una política de asilo más solidaria y en contra del cierre de fronteras como estrategia para repeler a los refugiados. No obstante, en Bruselas saben que la derrota de Hofer no frenará el auge de los populismos de derecha e izquierda en el bloque comunitario. Ellos ocupan altos cargos en los Gobiernos y los Parlamentos de Finlandia, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Grecia e Italia. En Francia crece el Frente Nacional y en tierras vecinas se fortalece la Alternativa para Alemania.

Si el FPÖ hubiera ganado en Austria, le habría dado un espaldarazo virtual a quienes promueven la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. En el Reino Unido se vota dentro de un mes a favor o en contra del “Brexit”. Los populistas británicos ya han logrado lo que sus homólogos continentales sólo sueñan; sin embargo, es posible que los resultados del plebiscito evidencien una polarización similar a la que se acaba de registrar en Austria.