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Egipto: turistas en el fuego cruzado

José Ospina-Valencia
14 de septiembre de 2015

Doce turistas mexicanos fueron atacados "por error" por fuerzas de seguridad egipcias. Egipto no es solo un destino turístico de legendarias atracciones sino una dictadura militar cada vez más imprevisible.

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Imagen: Reuters/A.A. Dalsh

Ocho ciudadanos mexicanos habrían muerto, otros cuatro quedaron heridos. Los turistas latinoamericanos fueron blanco de un ataque con bombas lanzadas desde "un avión y helicópteros", denunció la canciller mexicana, Claudia Ruiz Massieu. Según el Ministerio egipcio del Interior, “en el oasis de Bahariya, una región de acceso prohibido, una patrulla egipcia confundió a los vacacionistas mexicanos con terroristas”.

Por su parte, lugareños del pintoresco oasis de Bahariya afirman que los guías conocían el lugar desde hace más de 20 años, por lo que "no hubo manera de que hayan ingresado a zonas restringidas", zonas en las que opera una rama egipcia de la milicia terrorista Estado Islámico (EI).

“Egipto es, por lo general, un lugar seguro para los extranjeros, si se respetan las advertencias estatales”, dice a DW Annette Ranko, especialista del Instituto alemán para Estudios GIGA sobre islamismo y movimientos islámicos. La imagen de Egipto como una de las cunas de la civilización y las ciencias es opacada cada vez más por la situación política y de seguridad en este país, que con 90 millones de habitantes es el más grande del mundo árabe y con el mayor Ejército de la región, casi medio millón de efectivos.

Justamente Abdel Fattah al-Sisi, exgeneral del Ejército, presidente desde 2014, tras el derrocamiento del islamista moderado Mohamed Mursi en 2013, libra una guerra a muerte contra quienes otrora salieron a las calles a exigir democracia, contra quienes son o presume que son islamistas radicales y contra la prensa que no imprime a la letra los comunicados del régimen.

Occidente: afuera amigo, adentro enemigo

“Hacia afuera, el gobierno de Egipto se presenta como el bastión en la lucha contra el terrorismo islámico, hacia adentro empero, el régimen demoniza a Occidente como presunto aliado de la Hermandad Musulmana que quiere destruir el país”, cuenta Ranko, autora del libro “La hermandad musulmana: una poderosa asociación”.

En esta supuesta guerra de Sisi contra el terrorismo hay empero algo que no cuadra: “El enconado terrorismo islámico, que hoy es real, contra el que Sisi busca respaldo fuera y dentro del país, es un problema mayormente creado por la misma brutalidad y arbitrariedad estatales del régimen actual”, apunta Ranko, quien recuerda que antes del derrocamiento de Mursi “los islamistas moderados habían logrado el consenso de llegar al poder por la vía de un islamismo sin armas”, en las únicas elecciones democráticas en los 60 años de la fundación de la República árabe de Egipto.

La muerte de los turistas mexicanos causa estupor en América Latina, pero no son un caso aislado. El pasado 8 de septiembre el Ejército habría matado, también desde el aire, a 56 personas en la península del Sinaí, de quienes se dijo que eran terroristas, pero sin que una fuente neutral pudiera comprobarlo.

Como una olla a presión

Así, entre más violencia aplica el régimen de Sisi, con más violencia responden los extremistas que dicen pelear en nombre del Islam, apoyados ahora por muchos de los que le apostaron a la democracia, hasta que llegó Sisi. Egipto, que intentó salir de la calleciega de las dictaduras siguiendo el clamor de las masas de la hoy marchita “primavera árabe”, cayó, de nuevo, en otra dictadura, ésta con “visos de totalitarista”. Sisi ha instado a sus ciudadanos a rastrear y denunciar a los “elementos enemigos” del Estado, destaca Annete Ranko, especialista en Cercano y Medio Oriente.

Las consecuencias en la mayor fuente de ingresos de Egipto son evidentes: mientras en 2010 visitaron Egipto 15 millones de turistas, en 2014 el número se redujo a 10 millones. Entretanto, Occidente le apuesta a Sisi, como supuesto “garante” del orden en la región, mientras la represión interna genera cada vez más frustración. Hasta que la presión estalle y cause otra de las tragedias previsibles en la región. Por lo pronto, los turistas extranjeros muertos son vistos como "daños colaterales".