De alguna manera, Rusia no le ha traído ninguna suerte al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Ya perdió a su primer consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, porque este trató de mantener conversaciones secretas con el embajador de Rusia. Ahora, la misma acusación cae sobre el fiscal general Jeff Sessions. Quienes han lanzado las acusaciones −demócratas y medios del ala izquierdista− piden su renuncia.
Pero eso parece poco probable: el fiscal general tiene todo el apoyo del presidente. Mientras este siga siendo el caso y el Congreso no inicie un proceso de destitución, Sessions permanecerá firme en su puesto. No obstante, toda la discusión sobre la influencia de Rusia en las elecciones estadounidenses hace daño a los republicanos.
Estos hechos insinúan que Trump ha mantenido durante mucho tiempo contactos secretos con el Kremlin y que utilizó la ayuda de Putin para ganar las elecciones presidenciales. La sospecha de que Rusia podría haber influido en las elecciones de Estados Unidos da a la victoria de los republicanos un sabor amargo. Así, no es de extrañar que los opositores demócratas mantengan al rojo vivo la discusión acerca del real o supuesto realineamiento de la política exterior de Rusia. De esta manera, pueden llegar a ser ellos, y no los mensajes de Twitter del presidente, como hasta ahora ha sido el caso, quienes determinen la agenda de noticias. Trump está a la defensiva, mientras sus opositores disfrutan la ofensiva.
Mal, al que el mal piensa
Las revelaciones sobre Sessions surgen poco después del discurso de Trump ante ambas cámaras del Congreso. El presidente sorprendió a muchos estadounidenses con su discurso casi razonable. Los republicanos inmediatamente le expresaron su apoyo. Ahora, después del nuevo escándalo, esta intención se ha visto revertida.
Después de que las revelaciones sobre Sessions se hicieron públicas, los primeros republicanos se distanciaron del fiscal, quien se ha visto obligado a prometer mantenerse fuera de las investigaciones de los servicios de inteligencia en las conexiones de Rusia con el círculo íntimo de Trump. Vale recordar que Jeff Sessions, como fiscal general, está a cargo del FBI.
Mal, al que el mal piensa. Esta es una victoria política para los demócratas. ¿Pero durará? Por el momento, es difícil de estimar. Los demócratas están caminando una línea delgada. Solo en el caso de que Rusia sí haya influido en el resultado de la elección, habría entonces valido la pena cada esfuerzo y cada investigación del partido opositor.
¿No más que luchas políticas internas?
Si finalmente las acusaciones no son reales, esta forma de dramatización política podría resultar nociva para los demócratas. Porque una cosa está clara: para el minero de carbón en Kentucky, el agricultor en Iowa o el taxista en Nueva York, otros temas son más importantes. Ellos quieren un seguro de salud que sea asequible. Esperan que los parlamentarios reduzcan los impuestos. Quieren mejores carreteras, un Internet más rápido, un ambiente más limpio. La mayoría de los estadounidenses no aprobaría el gasto de millones de dólares de los contribuyentes solo para que políticos en Washington den rienda suelta a sus luchas políticas internas.