Ai Weiwei en Alemania: un artista que polariza, por fortuna
1 de agosto de 2015
Imagínese que una artista alemana como Rebecca Horn dejara caer intencionalmente en Colonia un florero romano de más de 2.000 años de antigüedad y tomara fotos de ello para presentarlas como una acción. En Alemania habría indignación nacional, y hasta las leyes de protección de obras de arte serían endurecidas.
Ai Weiwei hizo eso en su país. Hace 20 años, Ai Weiwei dejó caer un jarrón de la dinastía Han para luego fotografiar los fragmentos y presentarlos como una obra de arte que llamó "Dropping a Han Dynasty Urn". Con esto, el singular artista chino quiso protestar contra el dictado del Gobierno de Pekín, que en la década de los 90 ordenó la adopción de una historiografía ideologizada.
Mientras Ai Weiwei es venerado en Occidente, en la China no pocos se enfurecen con solo escuchar su nombre. Según ellos, Ai sobrepasó la barrera de lo tolerable al destruir una obra irrecuperable de la identidad china. Lo que debía ser una provocación, pronto fue interpretado en China como la búsqueda desesperada de atención. Y el que once años más tarde estampara jarrones neolíticos con el logo de Coca Cola no mejoró su reputación.
¿Dónde está nuestra visión de otros artistas chinos?
El ejemplo arriba muestra cuán diferente puede interpretarse el arte, y eso está bien. Pero tal vez es también muestra de que, a menudo, medimos a los demás con una vara diferente a la que nos medimos. La ausencia de Ai Weiwei en la gigantesca exposición “China 8”, abierta en mayo pasado en Renania del Norte Westfalia, generó consternación en Alemania. Él no participó porque, a lo mejor, no quiso, o porque tenía muchas otras cosas que hacer.
Si bien Ai Weiwei despierta una gran fascinación en Occidente, no deberíamos cerrar los ojos ante el ímpetu de muchos otros artistas chinos que también merecen ser reconocidos.
El fenómeno de Ai Weiwei en Alemania
En Alemania, Ai Weiwei tiene muchos admiradores, seguidores de su arte político y altamente estético-conceptual. En 2011, el año de sus 81 días de arresto, fue nombrado miembro de la Academia de las Artes de Berlín. La Universidad de Artes de Berlín le ofreció un cargo de tres años como profesor invitado. Su exposición individual "Evidencia" en edificio Martin Gropius de Berlín causó sensación, también a mí.
Su inteligente anarquismo me fascina. Sabemos cómo el dadaísta Marcel Duchamp influyó en su trabajo, pero también sabemos que Ai Weiwei está impregnado de cultura china. Admiro su compromiso social, su coraje para documentar y comunicar, su humanidad. Pero debemos tener cuidado de no utilizar a Ai Weiwei como superficie de proyección para nuestras ideas sobre la forma en que China tiene que ser. Él no es nuestro vocero y él siempre ha sabido evadir las exigencias de sus admiradores.